1. España en la primera mitad del siglo XIX
España vivió intensas turbulencias desde los primeros años del siglo XIX. En 1808 las tropas francesas de Napoleón invadieron la Península. Comenzó entonces la Guerra de la Independencia. Los franceses pusieron en el trono al rey José I. Mientras que algunos ilustrados apoyaron el nuevo régimen, otros españoles, ayudados por Inglaterra, se opusieron a los franceses y acabaron por derrotarlos.
Tras su llegada en 1814, el nuevo rey Fernando VII inició un periodo de gobierno absolutista. A su muerte, en 1833, el enfrentamiento entre los absolutistas (partidarios de que el sucesor del rey fuera su hermano Carlos) y los liberales (que apoyaban a la hija de Fernando, la futura Isabel II) condujo a la guerra entre carlistas e isabelinos, que concluyó con la victoria de los liberales. Se abrió entonces un periodo en que las actuaciones más importantes estuvieron encaminadas a reducir el poder de la Iglesia (expropiación de los bienes eclesiásticos, supresión de las órdenes religiosas...). Pero en 1843 comenzó una etapa de retroceso de las libertades que se prolongó hasta más allá de la mitad del siglo.
La situación económica española sufrió las consecuencias de la inestabilidad política: así, a mediados del siglo XIX España seguía siendo un país agrario y atrasado.
2. El Romanticismo: definición, cronología y características generales
El Romanticismo es un movimiento cultural característico de la primera mitad del siglo XIX . Se opone a los principios básicos de la Ilustración y resulta de la profunda crisis social e ideológica de un mundo en acelerado cambio. El derrumbamiento de los valores tradicionales, la despersonalización del individuo dentro de la nueva sociedad industrial y el auge del materialismo y la tecnificación conducen a dos actitudes opuestas:
• el rechazo de la nueva sociedad, sea añorando un pasado perdido, sea inventando mundos ideales;
• la reivindicación de un progreso más acentuado que permita llegar a una sociedad auténticamente humana en la que tengan cabida la fantasía, la espiritualidad, la libertad o la justicia.
Los rasgos generales del Romanticismo nos permiten entender que, en su rechazo del mundo, los artistas románticos tomen dos direcciones opuestas: la nostalgia de los valores tradicionales (monarquía, religión...) o la rebelión frente a su mundo y frente al antiguo (republicanismo, anticlericalismo, ideales democráticos...). Por ello se distingue entre un Romanticismo tradicional o conservador y un Romanticismo liberal o progresista.
3. El Romanticismo español
El Romanticismo se desarrolla tardíamente en España debido a las circunstancias históricas y políticas del país en el primer tercio del siglo XIX. La censura y la falta de libertad de expresión en el reinado absolutista de Fernando VII hacen que la cultura española sea raquítica en ese periodo. Muchos intelectuales marchan al extranjero y entran allí en contacto con el Romanticismo. Es a su vuelta, con el fin del reinado fernandino, cuando brota en la literatura española el Romanticismo, que vive su apogeo en los años 30 y 40.
Por otra parte, la tardía aparición del movimiento y las características de la sociedad española hacen que el Romanticismo español no tenga la importancia del europeo. Si en los países más avanzados de Europa la nueva sociedad industrial genera unas contradicciones que el artista romántico expresa angustiosamente en sus obras, la vida española, atrasada y rural, no propicia el desarrollo de un vigoroso Romanticismo español, que adopta las formas del europeo, pero que carece de su hondura.
4. La poesía romántica
Se cultivan dos géneros: la poesía narrativa (relato en verso de sucesos históricos, legendarios o inventados) y la poesía lírica. Los poemas narrativos combinan la descripción, el diálogo y, también, momentos líricos con la narración propiamente dicha. La poesía lírica romántica expresa temas como la melancolía, el cansancio de la vida, el amor, la mujer ideal, etc.
No obstante, uno de los rasgos de la poesía romántica es la mezcla de géneros, de modo que no siempre resulta clara la distinción entre lírica y épica o narrativa.
Otra característica de la poesía romántica es la polimetría, es decir, el empleo de diferentes versos y estrofas en un mismo poema.
Los poetas románticos más importantes son José Zorrilla (1817-1893), Espronceda (1808-1842), Bécquer (1836-1870) y Rosalía de Castro (1837-1885). En realidad, sería más adecuado llamar a los dos últimos poetas posrománticos, puesto que componen su obra en la segunda mitad del siglo XIX; además, estos dos autores buscan alejarse de la retórica vacía que caracterizaba a muchas de las obras románticas cercanas a la mitad de siglo; recurren para ello a la condensación y la simplificación formales, al arte de sugerir con la palabra.
4.1. José de Espronceda
Aunque escribió también teatro y novela, destaca sobre todo por su poesía, tanto lírica como narrativa.
Entre sus poemas líricos figuran Canción del pirata, El verdugo, A Jarifa en una orgía... En ellos encontramos ya el Espronceda típico: defensa de los marginados, identificación con los proscritos, desprecio de las leyes y las riquezas materiales, anhelo de libertad, sentimentalismo, etc.
Sus dos grandes poemas, El estudiante de Salamanca y El diablo mundo, si bien son básicamente narrativos, ejemplifican la mezcla de géneros propia del Romanticismo, puesto que los fragmentos propiamente narrativos alternan con pasajes líricos y escenas dramáticas.
El estilo de Espronceda es típicamente romántico. Le gustan las sensaciones extremas; eso explica su afición a las sonoridades retumbantes, los efectos rítmicos sorprendentes, las rimas agudas, los cambios métricos repentinos, los contrastes violentos, las exclamaciones, las interrogaciones retóricas, etc. Le interesa siempre la reacción sentimental de los lectores, por lo que abusa de las situaciones emotivas y de la tendencia a lo misterioso.
4.2. Gustavo Adolfo Bécquer
Destaca tanto por su poesía como por su prosa.
La primera edición de sus textos poéticos apareció póstumamente con el título de Rimas. Los temas de las Rimas son básicamente dos: el amor y la poesía. El amor se identifica con la mujer, expresión máxima de la belleza, pero poco más que un ideal porque resulta inaccesible, es un misterio o se desvanece como un sueño. El resultado final es la desilusión, la angustia y la soledad. La poesía se concibe como expresión de emociones íntimas que están más allá del poeta mismo y que sólo esperan al escritor que sepa formularlas.
En cuanto al estilo, la poesía de Bécquer es sintética, normalmente breve y nada grandilocuente. Ahora bien, bajo la aparente sencillez de sus versos, se advierte una consciente elaboración de los textos. Además, muestra un esfuerzo por armonizar la poesía culta y la tradicional; así, por ejemplo, usa frecuentemente combinaciones de endecasílabos y heptasílabos, al modo de la silva culta, pero en estrofas normalmente breves, como en la lírica tradicional; o si en ocasiones emplea estrofas clásicas (octava real, serventesio, quintilla), muy a menudo utiliza formas populares (copla asonantada, seguidilla). En general, prefiere la rima en asonante, con lo que evita la sonoridad estridente del Romanticismo. Por último, Bécquer se acerca al Simbolismo al aludir a ideas o sentimientos que se resisten a ser formulados con palabras (la belleza, el amor, la poesía) mediante vocablos que designan elementos de la realidad cotidiana.
Como prosista, destaca por sus Leyendas, relatos fantásticos muy románticos tanto por sus temas (la mujer ideal, el ansia de amor absoluto, el desengaño) como por sus personajes (caballeros, artistas, bellas mujeres) y sus ambientes (la Edad Media, el mundo oriental o morisco, la noche). Algunas son muy conocidas: El rayo de luna, El Monte de las Ánimas, El caudillo de las manos rojas, Los ojos verdes... La prosa de las Leyendas se caracteriza por su ritmo musical y su calidad pictórica.
4.3. Rosalía de Castro
Aunque escribió también en prosa, destaca sobre todo como poetisa. Compuso versos en gallego (Cantares gallegos, Follas novas) y en castellano (En las orillas del Sar).
Con esta autora nos encontramos ya muy cerca de la poesía contemporánea: manifiesta su mundo interior abiertamente y sin el tono declamatorio y muchas veces superficial del Romanticismo más externo. Por otra parte, su maestría en el uso de los recursos poéticos y sus innovaciones métricas anuncian la poesía modernista. Finalmente, desde el punto de vista temático, la expresión de la intimidad permite que sus versos transmitan sensación de autenticidad y que confiese en ellos sus inquietudes sociales y su conciencia de mujer oprimida.
5. La prosa romántica
El género en prosa más propiamente romántico es la novela histórica, relato que ambienta en el pasado los sucesos narrados, sobre todo en la Edad Media, y de gran éxito en Europa gracias a las narraciones del escocés Walter Scott. Las más conocidas novelas históricas españolas son El doncel de don Enrique el Doliente, de Larra, y Sancho Saldaña, de Espronceda.
En esta época se desarrolla, además, el costumbrismo, cuyas más genuinas manifestaciones son el cuadro o escena de costumbres y el artículo de costumbres, vinculado este a la prensa periódica. Tienen como características ser breves, carecer prácticamente de acción, usar poco el diálogo, describir tipos, ambientes y hábitos contemporáneos del autor, y obedecer a un propósito didáctico-moralizador o humorístico o satírico. Los más importantes costumbristas son Estébanez Calderón (Escenas andaluzas), Mesonero Romanos (Escenas matritenses) y, fundamentalmente, Larra.
5.1. Mariano José de Larra
Aunque escribió una obra teatral (Macías) y una novela histórica (El doncel de don Enrique el Doliente), es en el periodismo donde sobresale especialmente. Entre sus muchos textos periodísticos destacan sus artículos de costumbres (El casarse pronto y mal, El castellano viejo, Vuelva usted mañana, El día de difuntos de 1836, La Nochebuena de 1836, etc.). Son fundamentalmente satíricos: censuran comportamientos y usos sociales diversos como la holgazanería, la brutalidad, la hipocresía, el mal gusto, etc. Pero la sátira no busca el humor fácil o el mero entretenimiento, sino que se hace con voluntad reformadora y modernizadora.
Por lo que respecta al estilo, Larra busca convencer y gustar al lector de la prensa. Para ello usa los más variados recursos, pero siempre con un lenguaje claro y directo en el que son constantes la ironía y el sarcasmo. La ironía es para Larra el mecanismo fundamental para desvelar las apariencias y dejar al desnudo las situaciones que satiriza.
6. El teatro romántico
Con el triunfo del Romanticismo en la década de los treinta, los dramas románticos conocen un éxito rapidísimo. Sus principales características son las siguientes:
El tema fundamental es el amor, un amor que está por encima de las convenciones sociales. La imposibilidad de alcanzar un amor puro en un mundo hostil hace que frecuentemente los finales sean trágicos.
Suelen desarrollar las acciones amorosas en un marco histórico, normalmente de la historia nacional.
Generalmente, los personajes carecen de evolución psicológica.
Contienen numerosos elementos melodramáticos (origen desconocido de los personajes, anagnórisis o reconocimientos finales, escenas sepulcrales, desafíos...) cuyo fin es conmover y emocionar al público, al que ahora, a diferencia del teatro neoclásico, no se pretende aleccionar.
Frente al teatro neoclásico y como el teatro barroco, mezclan tragedia y comedia y no respetan la regla de las tres unidades.
Introducen la innovación de mezclar el verso y la prosa, aunque a la larga se impone el verso y con polimetría, como en las comedias barrocas.
Los dramas románticos más notables son La conjuración de Venecia (Martínez de la Rosa), Macías (Larra), Don Álvaro o la fuerza del sino (duque de Rivas), El trovador (García Gutiérrez), Los amantes de Teruel (Hartzenbusch) y, por último, tres obras de Zorrilla: El zapatero y el rey, Don Juan Tenorio y Traidor, inconfeso y mártir.
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